Artículo escrito para la revista Computer World
Comienza el 2020, y la mayoría de las grandes organizaciones ya tienen planificado todo el año. Se ha detallado el presupuesto y se han mapeado los riesgos y oportunidades. Pero cuando llega el COVID-19, nadie está preparado para sus consecuencias. Enormes desafíos surgen en todos los aspectos de la vida, y también en el mundo del trabajo. La gente tiene que aislarse en sus casas. Todo un mundo está emergiendo online, conectado y más dependiente de Internet que nunca. El teletrabajo se hace realidad de la noche a la mañana y las necesidades de los consumidores cambian radicalmente.
Con todos estos desafíos, sin embargo, también surgen grandes oportunidades. Muchas empresas se han quedado en el camino, pero otras están teniendo éxito al pasar por un proceso de transformación digital.
La transformación digital es la redefinición de los productos y servicios que ofrece una organización y de cómo trabaja, aprovechando las oportunidades generadas por las tecnologías digitales para cambiar la forma en que se conecta con sus clientes y crea valor para ellos. En otras palabras, las organizaciones se transforman para aumentar su eficiencia y eficacia, apoyándose en medios digitales, y así poder brindar a los clientes lo que necesitan, cuando lo necesitan.
Una compañera inseparable de dicho proceso de transformación ha sido la transformación ágil. Las organizaciones ágiles trabajan con ciclos cortos de retroalimentación, que permiten la rápida creación y adaptación de los productos y servicios que ofrece, aumentando su capacidad de acercarse al cliente, validar nuevas ideas y por consecuencia comprender y responder rápidamente a sus necesidades.
Las organizaciones ágiles han roto con algunos supuestos ya arraigados. Por ejemplo, hemos aprendido de ellas que solo al interactuar con un producto o servicio que potencialmente le genera valor, el cliente se vuelve capaz de comprender mejor cómo lo que ha usado puede ayudarle. Es decir, el uso de lo ya disponible es necesario para orientar la definición de lo que debe ser.
Suelo decir: "el uso define el producto."
Las organizaciones ágiles no esperan meses o años para producir algo. Por el contrario, ofrecen, desde temprano y con frecuencia, partes funcionales de sus productos y servicios a sus clientes, que así se definen gradualmente en función de la comprensión en constante evolución de las necesidades a satisfacer.
Otro ejemplo está en su flujo de trabajo. Mientras que en la mayoría de las organizaciones el trabajo a realizar va de mano en mano, espera en colas, vuelve a pasos anteriores y tarda muchísimo en llegar a las manos de sus clientes, las organizaciones ágiles trabajan con equipos multifuncionales, que se responsabilizan de todo el proceso. Eso, combinado con menos burocracia, una gran alineación y objetivos claros, les permite converger con frecuencia en algo de valor para sus clientes.
El mundo ha cambiado. En el post-covid, triunfarán aquellas organizaciones que demuestren ser capaces de adaptarse a las nuevas necesidades. Para cumplir con este propósito, la transformación digital debe siempre combinarse con una transformación ágil.